Durante varias semanas hemos venido hablando de diversas funciones ejecutivas, imprescindibles para un adecuado desempeño académico y para el desarrollo de las actividades cotidianas.
Podríamos afirmar que las funciones ejecutivas son una especie de “infraestructura” necesaria para que se pueda construir un aprendizaje eficaz y una vida personal que dé respuesta a las necesidades personales, familiares, laborales y sociales del individuo.
Es por ello por lo que en educación están adquiriendo cada vez más relevancia y es por lo que nos ha parecido conveniente desentrañar algunas de las más importantes para que podáis, desde el conocimiento de cuál es su implicación en el aprendizaje, introducirlas para enriquecer vuestra unidad didáctica.
Vamos a ir concluyendo esta serie de artículos, analizando las posibles causas y también las consecuencias de un desajuste en todas o en algunas de estas funciones.
Comenzando por las causas afirmaremos, siguiendo como siempre la clasificación de los investigadores en este ámbito, que hay tres posibles motivos para un mal funcionamiento ejecutivo:
Analizaremos seguidamente qué entienden los investigadores que es el síndrome disejecutivo.
Este síndrome se manifiesta como un conjunto de alteraciones cognitivas, emocionales y comportamentales del niño, ocasionadas por una lesión cerebral explícita, disfunción localizada en el área prefrontal del cerebro o por dificultades en las conexiones neuronales con el resto del encéfalo (las tres causas de las que hemos hablado en el párrafo anterior)
Como podemos constatar, la mayoría de las funciones alteradas cuando se diagnostica un síndrome disejecutivo, son aquellas funciones ejecutivas que hemos visto en los anteriores artículos.
Existen también varios trastornos psiquiátricos que cursan con dificultades en algunas de las funciones ejecutivas que ya conocemos. Algunos ejemplos son:
En todos estos trastornos existen síntomas comunes, como la impulsividad, la falta de perseverancia, la dificultad en la concentración, la rigidez cognitiva y las dificultades para autorregular las emociones y el comportamiento.
Toda esta información resulta crucial para conocer en profundidad a nuestro alumnado y ofrecerle una respuesta educativa que se ajuste a sus dificultades y que no abunde, por desconocimiento de las causas, en una actitud por parte del docente que contribuya a agravarlas.
Los déficits se manifiestan habitualmente en el ámbito de la comprensión lectora o escritora, en problemas con las matemáticas, en barreras para realizar un estudio adecuado, en la adquisición de conceptos nuevos o de llevar a cabo trabajos en equipo o de forma individual y en la respuesta eficaz ante los exámenes.
Insistimos en que mostrar un conocimiento en profundidad de las funciones ejecutivas, de las causas que las pueden generar y de las orientaciones que se pueden aplicar en cada caso para entrenarlas, va a suponer un valor adicional a tu unidad didáctica.