Proseguimos con las funciones ejecutivas. A continuación en este artículo nos adentraremos en la definición y comprensión de la función ejecutiva del control de impulsos, enriqueciendo su descripción con ejemplos concretos que facilitarán su desarrollo.
El control de impulsos es una de las funciones ejecutivas que más diferencian a los humanos del resto de los animales. Es también una de las que más tarde adquirieren los niños. Se le denomina también control inhibitorio o inhibición de impulsos.
Lo podemos definir como la capacidad que tenemos para controlar, parar o postergar determinados estímulos o acciones que no son relevantes para la tarea que estamos realizando en el momento presente. La consecuencia de no tener bien desarrollados los procesos inhibitorios es lo que denominamos impulsividad. Este control es una función ejecutiva clave en la sociedad en la que vivimos, ya que es tan importante ser capaz de realizar una conducta como poder inhibirla.
En nuestra cultura, desde la historia de Adán y Eva que, por no controlar su tentación o impulso, comieron del árbol prohibido y ello les llevó a la expulsión del paraíso, hasta los cuentos populares, como el de “La cigarra y la hormiga” en el que la primera se ve abocada a pasar hambre por no ser capaz de disciplinarse, sucumbiendo a la pereza, existen muchos ejemplos de las consecuencias adversas derivadas de un inadecuado control de los impulsos.
Una de las investigaciones sobre el control inhibitorio que se ha hecho muy popular en las últimas décadas es la denominada “El test de la golosina”. En los años sesenta, Walter Mischel de la Universidad de Stanford (EEUU) llevó a cabo un estudio con el objetivo de valorar la capacidad de los niños en la Etapa Infantil para retrasar la gratificación, demorando el tiempo de comer una golosina a cambio de obtener el doble de recompensa.
El investigador colocaba una golosina en un plato, sobre una mesa, e informaba al niño de que tenía que salir unos minutos de la sala. El “trato” que hacía era que, si este no se comía la golosina en ese tiempo, al volver el investigador le daría una ración doble. Lo interesante de la investigación es la correlación que años más tarde, en la adolescencia de los mismos niños, existía entre los que habían sido capaces de retrasar el impulso de comerse el caramelo. Estos mostraban las siguientes características:
En definitiva, podemos concluir que las personas que tienen una buena capacidad de regular, retrasar o controlar sus impulsos saben, en la mayoría de las ocasiones , en qué momento tienen que avanzar y en qué otros pararse para mantener el equilibrio, siendo esta capacidad ejecutiva un predictor de éxito en todos los ámbitos de la vida del individuo.
A continuación, os dejamos con varios ejemplos para poder desarrollar esta función ejecutiva
Al detective González le han asignado dos tareas, una más sencilla y otra algo más complicada. En la primera tarea, el detective tiene que hacer un círculo alrededor de todos los objetos que encuentre que no sean ni bicicletas ni ranas. ¿Lo ayudas? |
En este ejercicio solo aparecerán dos estímulos sí o sí+. La única diferencia entre una palabra y otra es el asterisco. Cuando vea un sí dirá sí, pero si ve un sĺ+ deberá decir NO |
Referencias bibliográficas: