Continuando con las funciones ejecutivas, veremos en el post de hoy la flexibilidad cognitiva. Recuerda que, si quieres mantenerte informado de las próximas entregas sobre el desarrollo de las funciones ejecutivas y como aplicarlos en el mundo docente, puedes suscribirte a nuestro blog y recibirás toda la información en tu correo. 💌
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Esta función ejecutiva es la capacidad que tenemos para generar diferentes hipótesis o tentativas a la hora de solucionar un problema concreto, es decir, el potencial del que disponemos para avanzar diversas alternativas con la finalidad de resolver una situación o problema.
Más concretamente, nos referimos a la capacidad que tiene el cerebro para adaptar nuestra conducta y pensamiento con facilidad a conceptos y situaciones cambiantes, novedosas e inesperadas, o a la capacidad mental de pensar en varios conceptos a la vez.
Para Anderson (2002) esta función incluye un conjunto de habilidades, como la producción de una gran diversidad de ideas, la evaluación de respuestas alternativas, y la modificación de planes con el propósito de manejar y cambiar las circunstancias y las metas a largo plazo.
Para poder llevar a cabo el proceso de flexibilidad, es necesario el trabajo conjunto con el sistema inhibitorio, que ya describimos en un post anterior, el cual permite la detención de la perseveración y a partir de ahí es posible alternar con otra respuesta novedosa. El control inhibitorio le permite al individuo alejarse de la situación y generar perspectiva, analizar la situación desde diferentes ángulos, para poder obtener así respuestas más eficientes (Flores Lázaro et al., 2014).
La flexibilidad cognitiva indica fluidez cognitiva, opuesta a la rigidez cognitiva, entendiendo esta última como la incapacidad individual que presentamos a la hora de adaptarnos a las novedades que las circunstancias nos demandan. Se trata en este caso de un patrón de pensamiento y comportamiento que nos lleva a actuar de una forma determinada y constante, a pesar de que los resultados que obtenemos no son los deseados o requeridos.
Frente a la rigidez de pensamiento, la flexibilidad se ha descrito más ampliamente como la posibilidad de ajustar el pensamiento adquirido en situaciones antiguas a las nuevas situaciones. Una persona capaz de superar creencias o hábitos previamente aceptados, modificando su respuesta y ofreciendo alternativas, se consideraría cognitivamente flexible. Conlleva el manejo de estrategias cambiantes de forma inteligente, que nos permiten adaptarnos a situaciones inesperadas, pensando sin excesivas limitaciones y liberándonos de automatismos poco eficientes.
Relacionada con nuestra habilidad para la solución de problemas y la generación de alternativas, la flexibilidad cognitiva es una garantía de equilibrio mental y de afrontamiento de todo tipo de situaciones cotidianas. Es una característica propia de las personas creativas, a las que se les ocurren muchas cosas, algunas de ellas excepcionales.
Existen diferencias significativas entre las personas flexibles y las que tienen una forma de pensamiento más rígido. Las personas obsesivas, narcisistas e impulsivas suelen tener un patrón cognitivo rígido, pues solo aceptan una única manera de solucionar los problemas y no ven nuevas alternativas ante una nueva situación que se les plantea, sin embargo, las personas con mayor flexibilidad cognitiva son capaces de generar respuestas alternativas y cambiantes para solucionar problemas. Del mismo modo, esta función ejecutiva nos ayuda a tolerar y manejar con mayor facilidad los cambios que pueden suceder, sin alterarnos en exceso, y nos permite adaptarnos rápidamente a estos cambios. Nos posibilita la adopción de un enfoque selectivo y favorece que nos centremos menos en los posibles factores que producen estrés o ansiedad y más en adoptar una actitud proactiva que nos conduzca a buscar respuestas útiles.
También esta flexibilidad nos capacita para tolerar mejor los errores y cambios de planes, tener mayor facilidad para ponerse en lugar del otro y ser más capaces de llegar a acuerdos.
Finalmente, nos permite pensar en varios conceptos a la vez o realizar varias tareas al mismo tiempo.
Los psicólogos del desarrollo establecen que la flexibilidad cognitiva se desarrolla entre los 3 y 4 años de edad y que su aparición requiere de una amplia gama de habilidades cognitivas que también se desarrollan a esta edad. Según un artículo publicado en 2015 en el Journal of Child Development (Revista del Desarrollo Infantil) por la psicóloga del desarrollo Emma Blakey y su equipo de la Universidad de Sheffield, el control de la atención, la memoria, el control de los impulsos y el pensamiento abstracto y conceptual son algunas de las habilidades que les permiten a los niños de preescolar desarrollar la flexibilidad cognitiva.
Un ejemplo de ello lo podemos observar en las aulas escolares cuando un alumno intenta resolver un ejercicio matemático y, si ya ha adquirido y consolidado un procedimiento específico de ejecución, no es capaz de pensar en nuevas estrategias para dar una respuesta acertada y precisa a dicho ejercicio. Otro ejemplo de esta escasa flexibilidad cognitiva puede verse reflejada en algunos niños con TDAH durante su proceso de aprendizaje, al no encontrar soluciones inmediatas a situaciones concretas que, frecuentemente, ocasionan una baja tolerancia a la frustración.
Potenciar el desarrollo de esta función ejecutiva es de extrema importancia en el mundo cambiante en el que nos encontramos, puesto que a lo largo de nuestra vida habremos de enfrentar múltiples retos que nos abocarán a pensar en alternativas diversas a situaciones nuevas y desafíos inesperados.
A continuación, os dejamos con dos ejemplos de cómo desarrollar la flexibilidad cognitiva con nuestro alumnado.
Referencias bibliográficas: