Hoy hablamos de inteligencia emocional en el aula.
En artículos anteriores hemos venido hablando de estrategias eficaces para generar un clima positivo en el aula.
Hoy incorporaremos reflexiones sobre el trabajo emocional que es conveniente llevar a cabo con nuestros alumnos/as para favorecer su desarrollo personal y la cohesión grupal.
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En la década de los noventa, Daniel Goleman (psícólogo, atropólogo, periodista y escritor estadounidense) introduce el término inteligencia emocional.
Pero, ¿qué es la inteligencia emocional?
De una forma muy sencilla podemos describir la inteligencia emocional como la capacidad de conocer y gestionar de forma eficaz las emociones propias y comprender las de los demás.
Permite a la persona desarrollar su sensibilidad, ser consciente de sus pensamientos, de sus emociones y relacionarse de una forma más saludable, desde el punto de vista psicológico, con su entorno.
Según Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación (LOMLOE) los criterios pedagógicos con los que se desarrollarán los programas formativos se adaptarán a las características específicas del alumnado, adoptando una organización del currículo desde una perspectiva aplicada, y fomentarán el desarrollo de habilidades sociales y emocionales, el trabajo en equipo y la utilización de las tecnologías de la información y la comunicación. Asimismo, la tutoría y la orientación educativa y profesional tendrán una especial consideración, realizando un acompañamiento socioeducativo personalizado.
Partimos del hecho de que el conflicto es inherente a cualquier grupo humano y por consiguiente los conflictos en el aula van a ser inevitables.
Lo que un docente ha de hacer es dotar de herramientas a sus alumnos para que el conflicto sea una oportunidad de crecimiento personal y de integración y potenciación del grupo.
Las evidencias científicas constatan sin ningún género de dudas que el estado emocional influye de forma determinante en el aprendizaje.
Si un niño se siente aceptado, se escuchan sus necesidades personales, se le permite expresarse y se valoran sus logros, su bienestar emocional será elevado y su receptividad hacia el aprendizaje se verá considerablemente incrementada.
A continuación reseñamos unas cuantas, de las muchas que podemos realizar, que te serán útiles para incorporar a los supuestos prácticos (te dejamos algunos ejemplos de SSPP aquí):
Entre otras cosas, buscamos que el alumno sea capaz de identificar las emociones básicas (alegría, miedo, tristeza,…).
Un recurso muy difundido actualmente y que resulta de interés al menos para la iniciación en edades tempranas, es el cuento “El monstruo de colores” de Ana Llenas.
En estas actividades los alumnos manifiesten sus sentimientos ante las actuaciones de los demás.
Algunos ejemplos pueden ser:
En ellas los alumnos pondrán de manifiesto sus cualidades y logros de los que se sientan orgullosos.
Algunas actividades de ejemplo pueden ser:
Estos juegos son muy adecuados especialmente al cambiar de tramo, cuando es posible que haya una reagrupación del alumnado y también en el caso de incorporación al grupo de niños/as procedentes de otros centros.
Actividades recomendables de este tipo son:
Para que esta actuación sea efectiva es necesario que se lleve a cabo de manera sistemática.
Es sorprendente constatar cómo, tras una sesión de relajación, los conflictos que quince minutos antes eran un grave problema, se diluyen y se enfocan de una forma mucho más “fría“ y “racional”.
Es frecuente comprobar que el profesorado siente que está “perdiendo el tiempo” cuando realiza actividades de este tipo, puesto que los contenidos, los estándares, etc, nos condicionan excesivamente.
Sin embargo en nuestra opinión como docentes con larga experiencia, opinión avalada `por las investigaciones científicas, se constata que el tiempo empleado en este tipo de actividades resulta muy “rentable” en términos de cohesión grupal, bienestar emocional y creación de vínculos personales.
Esto redunda en una mejora de la actitud ante los aprendizajes denominados “formales”.
También es necesario reseñar que la eficacia de estas actuaciones deriva de la sistematización de las mismas.
No se trata, por tanto, de abordar el conflicto cuando se produce, lo cual es ineludible, sino de aportar estas estrategias al alumnado para que puedan abordar las situaciones cotidianas de una forma distinta.